Querida Primera Dama,
Señoras y Señores,
Muchas gracias por vuestras afectuosas y amables palabras y por todas las atenciones que nos están prodigando en este viaje, que recibo emocionada en nombre de todo el pueblo español.
Es para mí motivo de especial satisfacción regresar a esta entrañable tierra salvadoreña, geográficamente tan distante y al mismo tiempo tan próxima a la Corona y al pueblo español. Y ello a pesar de que mi presencia coincide con momentos particularmente dolorosos para El Salvador que, una vez más, se ha visto afectado por una catástrofe natural de grandes dimensiones, repetida hace tan sólo dos días, lo que nos ha ocasionado a todos gran pesar y tristeza.
Cuando visité esta capital en 1986 con motivo de otro seísmo destructor, auguré que un país tan dinámico y lleno de vida como El Salvador, sobre el que incidirían posteriormente los años más duros de la guerra civil, sería capaz de superar con grandeza de ánimo tanta tragedia.
Para todos los españoles es un orgullo constatar cómo, en pocos años, El Salvador asombraba al continente americano por haber sabido cerrar con éxito tanto las heridas de la guerra como la destrucción generada por aquel terremoto.
Hoy nos volvemos a encontrar, temporalmente, en el epicentro de una nueva tragedia. Pero hoy, como hace años, El Salvador dará nuevamente muestras de decisión, coraje y laboriosidad para superar la adversidad, con el carácter indomable que siempre ha caracterizado al pueblo cuzcalteco.
Al tiempo que le expreso, Señor Presidente, el apoyo decidido y generoso del pueblo español, levanto mi copa para desearle toda clase de venturas personales, en unión de su familia, y la mayor dicha y prosperidad para el noble y muy querido pueblo salvadoreño.
Muchas gracias.