Es para mí una gran satisfacción presidir la inauguración del "III Congreso Mundial de Mujeres Rurales - España 2002", y darles la más cordial bienvenida a la ciudad de Madrid, tradicionalmente tan abierta y acogedora a iniciativas tan solidarias e integradoras como las que van a estudiarse en este Foro.
Este Congreso, continuación de las Conferencias Internacionales de Melbourne 1994 y Washington 1998, pretende consolidar las conquistas sociales ya alcanzadas en el ámbito rural, al tiempo que profundizar en la mejora de la situación de las mujeres rurales con la promoción de nuevos proyectos de desarrollo en los que ellas sean las auténticas protagonistas y beneficiarias.
Desde siempre he seguido con gran interés este importante campo de la actividad económica y social, y en diversas ocasiones he manifestado mi especial preocupación por la situación de las mujeres rurales en el mundo.
Considero que junto al desempeño de sus importantes actividades económicas, desarrollan un preponderante papel integrador y de cohesión en el seno de sus comunidades. Los efectos dinamizadores de su actividad productiva tienen, además de una evidente repercusión económica, la virtud de lograr intangibles tan apreciados como la autoestima y la conquista de la dignidad personal, así como producir un sutil y sensible reforzamiento del tejido democrático de sus respectivas comunidades.
Al estudiar con detenimiento el programa de conferencias de este Congreso, veo que los principales temas a tratar están relacionados con la inseguridad alimentaria y la pobreza, que afectan todavía a un significativo número de mujeres rurales en un mundo donde la riqueza y la abundancia alcanzan en ocasiones niveles sin precedentes.
Me consta que vuestro avance para superar estas importantes limitaciones está lleno de obstáculos y dificultades, y que vuestro pequeño mundo doméstico, ajeno a complicadas operaciones financieras, se sigue desenvolviendo con arreglo a tradicionales parámetros sociales: amor a la familia; entrega generosa a los hijos, respeto por los mayores e identificación plena con la conservación de vuestro medio ambiente natural.
Y siendo esto muy cierto, quiero destacar que, al mismo tiempo que habéis sabido conservar valores tan tradicionales, también habéis sabido adaptaros al uso de instrumentos financieros de tanta actualidad e importancia como los microcréditos, por lo que vuestra colaboración a la profunda transformación que se ha producido en la condición femenina a lo largo del siglo XX ha sido impagable.
Habéis participado, junto a otras mujeres de distintos ámbitos sociales, en los más importantes cambios económicos, políticos y culturales producidos en los últimos años.
Ha sido la vuestra una fuerza siempre tenaz, paciente y contagiosa con la que habéis logrado llevar a buen puerto la silenciosa revolución que supone la participación activa de las mujeres en general, y de las mujeres rurales en particular, en la construcción de una sociedad más justa e igualitaria, superando con ilusión y valentía el reducido ámbito de lo doméstico.
Pienso que no es exagerado afirmar que las mujeres rurales en todo el mundo, y también en forma destacada las españolas, estáis contribuyendo de forma significativa al diseño de un nuevo modelo de sociedad rural más moderno y solidario que posibilita la progresiva implantación de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.
Sé que sois muy conscientes de que nada se alcanza sin esfuerzos y sacrificio. En este sentido es muy rica vuestra experiencia. Pero todo aquello que se lleva a cabo en pro de la concordia, la convivencia, la lucha por la dignidad personal y la conquista de la libertad, siempre deja huella y sirve de ejemplo gratificante: el que proporcionáis a vuestros hijos y a la propia sociedad que ayudáis a transformar.
Estoy convencida de que este Congreso que ahora inauguramos, y así lo deseo fervientemente, alcanzará los importantes objetivos que sus organizadores se han propuesto en pro de un mundo más justo, solidario y fraternal.
Muchas gracias.