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Palabras de Su Majestad la Reina en la inauguración de la Reunión de Consejos de la Región Asia-Pacífico de la Cumbre del Microcrédito

Dhaka (Bangladesh) 16.02.2004

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Es para mí una gran satisfacción tener la oportunidad de participar en una nueva sesión de la Campaña Mundial del Microcrédito, en esta ocasión para seguir los avances de la misma en una zona de tanto interés estratégico como es la de Asia - Pacífico.

Hacerlo en Bangladesh, cuna del microcrédito, y con la presencia del Profesor Yunus, pionero de esta gran obra ya universal, tiene un sentido especial. El espíritu de solidaridad presente en aquel primer préstamo de unos pocos dólares que el Profesor Yunus hizo a una joven de la aldea de Jobra, con el que comprar bambú para fabricar y comercializar sus propias sillas, ha llegado intacto en su esencia hasta nuestros días, al tiempo que ampliamente multiplicado en sus felices resultados.

En este mes de febrero se han cumplido siete años desde que se puso en acción, en Washington, la Campaña Mundial del Microcrédito. Algunos de los aquí presentes participamos en aquella puesta en escena inicial con la que queríamos concienciar a la sociedad de la necesidad de sustituir asistencia caritativa por el autoempleo y la promoción personal, mediante la formidable herramienta del microcrédito.

La Cumbre de Washington propuso un objetivo altamente ambicioso: erradicar de la pobreza a cien millones de familias para el año 2005. Los organizadores de esta reunión nos informarán con precisión de hasta dónde hemos sido capaces de llegar a tan sólo un año de la fecha marcada.

Pero cualquiera que sea el resultado alcanzado hasta el momento, sólo nos podrá poner de manifiesto, respaldado por innumerables testimonios de todo el mundo, el formidable éxito de esta idea tan profundamente solidaria en la lucha contra la desigualdad.

En mi intervención en la Cumbre Mundial de Washington de 1997, expresé mi deseo de que la Cumbre fuera conocida en el futuro como la de la justicia y la solidaridad. A la vista de las metas obtenidas, creo que podemos dar por conseguido ese deseo, así como también haber logrado reforzar dos conceptos estrechamente ligados a la idea del microcrédito: el sentimiento de autoestima de los beneficiarios de los préstamos, y su sentido de responsabilidad hacia sus familias y la sociedad en la que viven.

La política de microcréditos se asienta y crece de forma imparable. Ya no es un éxito solamente en los países en desarrollo, donde las condiciones de pobreza hacían más previsible su éxito. Hoy en día, en muchos países con notables índices de bienestar y riqueza, los microcréditos, transformados en microfinanzas, son también un extraordinario instrumento financiero para cohesionar e integrar a las personas más desfavorecidas.

En España, la idea del microcrédito ha calado amplia y profundamente. Por esta razón el Gobierno de mi país ha destinado en los últimos cinco años la cantidad de 280 millones de dólares a combatir la pobreza, preferentemente en el área Iberoamericana, mediante la concesión de trescientos mil microcréditos a microempresarios, en gran parte mujeres. España, consecuentemente, está utilizando el microcrédito como un destacado objetivo estratégico de su cooperación para el desarrollo.

La sociedad de mi país está experimentando un importante proceso de cambio, como consecuencia del notable incremento de la inmigración producida en los últimos años. Fenómenos de esta naturaleza, altamente positivos, tienen en ocasiones contrapartidas negativas como el aumento de personas que se ven inmersas en situaciones de exclusión social.

Para paliar este problema, también dentro de España la política de microcréditos está alcanzando importantes éxitos iniciales. Para ello, el Instituto de Crédito Oficial, instrumento financiero que permite hacer realidad la política económica del Gobierno, ha puesto en funcionamiento una línea de créditos por valor de 18 millones de euros en el primer año.

Estos créditos están a disposición de mujeres, inmigrantes, discapacitados, parados de larga duración, mayores de 45 años, y hogares monoparentales, con unas condiciones de financiación muy favorables: sin garantías, sin avales, sin gastos de comisiones y de intermediación, y a un tipo e interés realmente bajo.

La acogida de este proyecto ha sido muy satisfactoria, y el grado de compromiso y responsabilidad de los beneficiarios altamente provechoso, no llegando el nivel de impagados al tres por ciento (3%).

Esta tasa de impagados tan reducida, similar a la de otras muchas organizaciones financieras que conceden microcréditos para luchar contra la pobreza en países en desarrollo, refuerza la bondad del microcrédito en general, con independencia del lugar y circunstancias en que se aplique.

Para finalizar, quiero expresar mi más cordial felicitación a los organizadores de esta Cumbre y a todos los ponentes y asistentes, con el deseo de que estos días de convivencia y reflexión les ayuden a encontrar nuevas fórmulas y procedimientos con los que mejorar y perfeccionar los métodos de trabajo del microcrédito. Su esfuerzo y dedicación se verán recompensados, sin duda, por la mejora de las condiciones de vida de otros seres humanos.

Muchas gracias.​

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