La celebración anual del Día Mundial de la Cruz Roja nos reúne a todos, en esta ocasión, en la magnífica y bella ciudad de Granada, bajo un lema altamente sugestivo: "Proteger la dignidad humana. Tolerancia y no discriminación".
El hecho de que este acto se celebre en la Universidad de Granada tiene también un significado especial. No en vano las Universidades, centros del saber y el conocimiento, han sido y seguirán siendo los focos de donde deben irradiar los grandes valores del humanismo, la cultura y la ciencia, para oponerlos a tan señalados males de la actualidad como son la intolerancia y la discriminación.
Por eso deseo dirigirme en esta oportunidad a los estudiantes de esta Universidad. Si todos tenemos el deber moral de asumir, cada cual desde su situación personal, el compromiso ético y solidario de defensa de los derechos humanos de la persona, vosotros, como jóvenes con alta formación y amplitud de miras, podéis ayudar a reforzar y hacer vivo cada día este reto, en beneficio de nuestra sociedad y de los más desfavorecidos de la misma.
Son las ideas las que cambian el mundo. Son siempre las actitudes personales, la voluntad, el esfuerzo y el compromiso ético para con los demás, los medios más eficaces para defender la dignidad humana. Nadie puede ser discriminado por su origen, sexo, raza, religión o condiciones sociales.
Nuestro país, ahora gran receptor de inmigrantes, tiene ante sí una magnífica oportunidad de demostrar cuál es el auténtico sentir de los españoles, y de poner de manifiesto sus ya tradicionales capacidades para la adaptación y la mezcla de culturas.
En definitiva, estos valores por los que trabajan con tesón, desde hace ya muchos años, la Cruz Roja y la Media Luna Roja, son sus señas de identidad más significativas, acreditadas a lo largo de una rica y sufrida trayectoria, siempre en defensa de los derechos de las personas.
No quiero dejar de referirme, con agradecimiento, a los millones de personas, en su mayoría anónimas, que comparten con la Cruz Roja y la Media Luna Roja, en cualquier parte del mundo, ese esfuerzo simultáneo de defensa de los derechos humanos, que es la más noble expresión del auténtico compromiso solidario.
En este enorme esfuerzo conjunto tienen una gran importancia los voluntarios. Su dedicación a áreas tan destacadas como la salud, la educación, la cultura, el apoyo social y la protección del medio natural, entre otras, es una muestra magnífica de cómo trabajar desde diferentes situaciones en beneficio de la colectividad. Para todos ellos el agradecimiento sincero de cuantos hoy celebramos este Día.
A los premiados españoles, nuestra más cordial felicitación por el reconocimiento alcanzado. Basta llevar a cabo una breve lectura de los méritos por los que han sido recompensados para darse cuenta de que los compromisos éticos han calado profundamente en nuestro país. Mi agradecimiento más sincero, también, por la distinción otorgada a mi Fundación.
Para los premiados internacionales también nuestro reconocimiento y gratitud. Tanto a los Autoridades que reciben hoy esta distinción a título personal, como a las cruces Rojas de Tanzania, Isla de Granada, Indonesia y Sri Lanka.
Estas Cruces Rojas supieron hacer frente, con un trabajo ímprobo y generoso, al sufrimiento de los campos de refugiados, así como a fenómenos naturales tan profundamente destructivos como el ciclón que asoló la isla de Granada, o el tsunami que devastó de forma especial las costas de Indonesia y Sri Lanka, India y Tahilandia.
Ellas representan hoy, aquí, el auténtico sentido de la solidaridad llevado a las más altas cotas del sacrificio.
Muchas gracias.